Aisén Reserva de Vida: testimonio de un arquitecto activista ambiental formado en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile
31 Peter Hartmann Samhaber resultado que hoy hasta la Constitución de esa provincia impide la internación de residuos atómicos. Por supuesto, nosotros aquí en Coyhaique no podíamos ser menos. Tras una prolongada campaña y contando con el 10% de las firmas de la población, el entonces alcalde Héctor Zambrano − en aquel tiempo algunos alcaldes eran designados− en presencia de su jefe, el Ministro del Interior (s) Belisario Velasco, declaró finalmente el 12 de octubre de 1990, día del aniversario de Coyhaique, que esta comuna era en adelante “No Nuclear, Libre de Residuos Peligrosos y Reserva de Vida”. Ese mismo día descubrimos que lo que para nosotros era la defensa de la vida, para otros era un buen sello comercial. Aun nos preguntamos si es válida esta simbiosis, pero resulta obvio que es más inteligente vender las cualidades ambientales de Aisén, que destruirlas. Claro está que esa declaración municipal fue una reacción al inminente peligro. Pero, ¿y eso de la ‘Reserva de Vida’ de dónde salió? A decir verdad, el título fue algo así como una inspiración divina, tal vez producto del meditar mucho y de las conversaciones entre amigos sobre el ser de Aisén, y sobre cómo podríamos dar status a sus cualidades y conservarlas. Ya en los albores del retorno a la “democracia” en Chile, nos encontrábamos presentando ponencias en cuanto seminario de desarrollo de Aisén hubiese. Concluimos hoy que la propuesta ha resultado ser bastante lógica. Y es que cuando uno observa lo que sucede en el resto del planeta global –homogeneizado culturalmente−, donde la efímera emoción está en un gol, en ganarse la lotería, en consumir tecnología, o en la adoración de representaciones de yeso o plástico; donde se “vive” de segunda mano enchufado a la “cajita”; donde el amor ha sido reemplazado por las drogas y lo natural por colorantes, aromatizantes y preservantes; donde el pavimento, los centros comerciales y el consumo compulsivo se erigen como indicadores del progreso…, amar, potenciar y rescatar la vida, lo auténtico y la creación resulta bastante anormal, anacrónico y de un romanticismo ingenuo. Pero, tal vez porque en Aisén aun no nos
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