Aisén Reserva de Vida: testimonio de un arquitecto activista ambiental formado en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile

109 Peter Hartmann Samhaber S i bien la propuesta ‘Aisén Reserva de Vida’ y la demostración de su factibilidad nos han tomado mucho tiempo y esfuerzo, debemos admitir que la defensa de esta opción ante iniciativas contrarias nos ha tomado años y desgastado en enormes campañas contra los megaproyectos más grandes de Chile en su momento. Es más, si se considera que logramos parar los megaproyectos más millonarios y poderosos del país con a veces medios escasos y fondos que no pasaban los 10 mil dólares al año, las victorias logradas hasta pasan a ser increíbles. Y la verdad es que esas victorias suelen ocurrir casi en forma milagrosa y cuando menos nos lo esperábamos y lo interpretamos como que “la Patagonia se defiende a sí misma”, o como que la Madre Tierra o Dios nos da una manito. También ha servido para que los habitantes de Aisén se dieran cuenta de sus valores y reaccionaran ante el riesgo que corrían de perderlos e, igualmente, para obtener la atención y solidaridad nacional e internacional, y hasta para hacer famosa la Patagonia Chilena y mostrar nuestra propuesta. Sin la propuesta estas campañas no podrían haber tenido un sentido positivo de ser por ‘Aisén Reserva de Vida’, en vez de los consabidos “no”, y los “estar en contra del desarrollo y el progreso”, como se suele estigmatizar a quienes se oponen a megaproyectos transnacionales invasivos. Tanto es así, que alguna vez unos gerentes se escudaron en que nuestra posición era ideológica. En cuanto al Basurero Nuclear, recién llegados a la región nos jactábamos al viajar a “Chile” de vivir en un lugar sin contaminación, pero no faltó quien nos dijera que “ahí está el agujero de la capa de ozono”. Al poco tiempo nos encontramos con el proyecto de “basurero nuclear” de Gastre, en el Chubut, Argentina, a unos 400 km de Coyhaique. Era el tiempo del surgir de los “verdes”, europeos, como respuesta a CAPÍTULO 6 LA DEFENSA DE ‘AISÉN RESERVA DE VIDA’