Desvelos en el alba

riscas. Llegamos a una plazoleta que domina el Tajo y allí nos sen– tamos a platicar sobre la vida, so– bre el amor, sobre el destino. La luna nos espolvorea de plata. . . .Esta mañana hemos visitado El Cristo de la Luz, el Hospital de Afuera, las sinagogas que han bau– tizado los cristianos con los nom– bre del Tránsito y de Santa María la Blanca, la casa del Greco. Nos hacía los honores de su Toledo con el donaire de su talento, de su eru– dición, de su sensibilidad refina– da. Y cada una de las visitas era una maravilla. Se sentía el alma re– bosante de emoción. Aquello era algo más que una contemplación estética. El placer de crear y de ) 101 (

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