Desvelos en el alba
mente sublime. Supe su nombre en los últi– mos años: Manuel Benavente. II El recuerdo más nítido que conservo de doña Amanda es el de una visita a su casa de la calle Serrano. ¿ Con qué motivo fuí a ver– la? Tal vez iba a pedirle una suscripción pa– ra otra revista, porque entonces el publicar– las era el mayor aporte que podía hacer al género humano. Sin embargo, el género hu– mano, -representado en Chile por más de cuatro millones de habitantes-, no me pro– porcionaba sino alrededor de doscientos sus– criptores. Me recibió en una habitación brillante, con paredes de libros cuyas encuadernaciones daban a la atmósfera una entonación poli– croma. Allí estaba don Guillermo, delgado, muy serio, de pocas pero claras palabras y con la aureola de ser el autor de "Mirando al Océano", aliende el mérito, para mí, de tener cierta formación anarquista. Doña Amanda es moderadamente alta, de rostro moreno, cabellera muy negra, ojos negros también pero llenos de risa; nariz rec- ) 9 (
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