Desvelos en el alba

nejar una muchachita muy ufana de su valor. Se atraviesa de pron– to una gallina en el camino: -¡Ay! -dijo- ¡la gallina! Se echó para atrás y soltó las manos del volante. Si el muchacho que la acompañaba no hubiera sabido guiar habrían tenido que ir a re– cogernos al fondo de la quebrada. -Eso no fué falta de valor si– no sobra de coquetería. Ella de– seaba que el muchacho la ampa– rase. El instinto femenino quiere que el varón sea el fuerte y le da oportunidad para desmostrarlo. -¿Apuntamos eso también a la cuenta de la pusilanimidad de las mujeres? -¡Claro! ) 85 (

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