Desvelos en el alba

lante del oficial, la querella entre la chauffeuse y el carabinero con– tinuó tan agria como había comen– zado. ( Se trataba de si había dete– nido el coche centímetros más acá o más allá de los cuatro metros). Y mientras la señora acusada ce– día y la voz del representante de la autoridad alzaba su diapasón, se oyó a la acompañante increpar a su amiga: -¡Pero mujer! defiénde– te con más ánimo. ¡Parece que tu– vieras sangre de horchata! Te creía valiente, pero veo que eres cobarde como un hombre! Mi amigo sonreía: -¡ signo de los tiempos! -concluyó. -Pues bien -repuse- yo tam– bién soy de las que creen que eso ) 82 (

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