Desvelos en el alba

aunque ellos sean tan hábiles como algunos diplomáticos. Argüiréis que son casos aisla– dos. No tanto. Una va de visita a una casa, y a poco charlar, la se– ñora os dice entusiasmada : "Ano– che escuchamos por radio a Nueva York." Si, a Nueva York, como sí se tratara de escuchar lo que can– ta el vecino, pared por medio. Y no tardará el momento en que con– versemos con Tokio, con Melbour– ne y con Oslo, y este mundo que nos pareció tan vasto, tan inasible por los cortos sentidos humanos, le miraremos como una diminuta vi– vienda donde, como en las casas modernas, todos nos topamos los codos. Nos va a faltar espacio para ) 78 (

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=