Desvelos en el alba

o al compás caprichoso de las cal– mas y de los vientos. Más tarde, regimos las distancias por la mar– -cha trepidante de un expreso; ayer por la carrera desenfrenada de un automóvil; hoy por la fan– tástica velocidad del aeroplano. La travesía del Atlántico sobre un barco nos hacía suspirar cada ma– ñana y cada tarde, durante doce o más días, por divisar la curva redondeada de una colina en las irisadas nieblas del horizonte, y hoy, Ferrarín ha saltado desde Ro– ma a la punta oriental de América en cincuenta horas y 14 minutos! Este año de 1928 está aprisio– nando la tierra en una tela futu- ) 75 (

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