Desvelos en el alba
sensato como dolerse de que la hu– manidad no sea bella, sapientísima y libre de todo mal. . Miremos la verdad tanto como nos sea posible, con valor y sin arrogancia. Admitamos humilde– mente que participamos en la infi– nita variedad del mal y del bien; que dentro de nosotros, en amasijo fecundo, luchan todas las perver– siones y todas las virtudes. ¡Así so– mos hombres! En esta actitud tro– quemos nuestra ofrenda: te amo, a pesar de tus pequeñeces; te aprecio, conociendo tus yerros; te siento mi hermano sabiéndote miserable como yo, y como yo caminante de una senda que quién sabe después de cuántos milenios, quién sabe si ) 62 (
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