Desvelos en el alba
que nos inspiran instintivamente. Una gota de soberbia en nuestro criterio basta para que alabemos de talentosos a los que piensan como nosotros y para que tildemos de gentes de poca valía, si no de im– béciles, a los que nos contradicen o desestiman. Si empleáramos pa– ra considerarnos el mismísimo cri– terio que aplicamos a los demás, ¡en qué poco nos tendríamos! Incapaces de justipreciar, ¿có– mo esperamos que el consenso aje– no sea equitativo? ¿por qué? Jus– ticia implica amor, virtud, sabidu– ría. Hacen bien los católicos en esperarla solamente de Dios. Que– jarse de la injusticia de nuestros semejantes es en el fondo tan in- ) 61 (
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