Desvelos en el alba

que somos en realidad, el que que– rríamos ser y el que perciben los demás. Desde el exterior, las gen– tes nos divisan desde un ángulo perfectamente opuesto, sin duda, a aquel en que íntimamente nos co– locamos para juzgarnos. Y entre lo que en verdad somos y lo que ambicionaríamos ser, ¿quién es ca– paz de trazar el límite? ¡Nos trata– mos todos con tanta indulgencia, sabemos excusar tan prolijamente nuestros íntimos defectos y cortos alcances! Y como juzgamos a los de– más... ! Con escasísima referencia a sus méritos (que no nos cuida– ríamos de averiguar) y sí en rela– ción a la simpatía o animadversión ) 60 (

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