Desvelos en el alba

mos, ya sea por orgullo, ya por va– nidad, ya por modestia. Más toda– vía: ¡ cuántas veces no hemos sen– tido con profunda pena que nues– tros propios actos, que nuestras palabras no han interpretado lo mejor de nuestro espíritu, lo fun– damental, lo eterno de él, sino que han sido el fugaz producto de un fugaz capricho, de un efímero im– pulso, que tan pronto como se pro– dujo lo rechazamos con vergüenza o dolor! SON las palabras a modo de celdillas donde depositamos la miel del pensamiento. Las elabora un espíritu que no ha sabido coger ) 57 (

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