Desvelos en el alba

ciedad lo que una función al órga– no que la ejerce. No puedo imagi– narlo cuando tanta alimaña vene– nosa y tanta maldad y tanta mise– ria se esconde entre los mortales. No puedo imaginarle armado de un infierno para eterno castigo de este paso nuestro de un día sobre la tierra. Si El es todo compren– sión y todo amor, sabe por qué no podemos dejar de pecar. ¿Y para qué estamos en el mun– do? ¿Para qué vivir? ¿Para qué ilumina la inteligencia a esta espe– cie nuestra? ¿Para qué, si no exis– te al final una meta divina en que se realicen las perfecciones sumas que hemos añorado desde que na– cimos? ) 51 (

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