Desvelos en el alba
de su espíritu místico, crean nue– vos dioses. Los griegos fueron incapaces de lo segundo. Su filosofía, a par– tir de Aristóteles, es una arquitec– tura de la razón. Epicuro les dió la más inteligente, la más perfecta, la más asombrosa explicación del uni– verso que era posible concebir, da– dos los reducidos conocimientos de la época. Todo lo tuvo este divino super-hombre, menos el sentido místico. Tampoco lo poseyeron los estoicos, a pesar de la bienaven– turada mansedumbre de un Marco Aurelio. Epicúreos y estoicos fue– ron los positivistas de la decaden– cia antigua. Veinte y tres siglos an– tes de Comte, proclamaron su re- ) 34 (
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