Desvelos en el alba
que hasta la copa de miel que nos. brinda el amor ilusionado es un la– zo que nos tiende el dolor. En este trance, el sentido místi– co o el hábito religioso colocan al frente de la realidad sensible una intuición ideal que transfigura las angustias en esperanzas de futu– ros bienes. Y el hombre se consue– la imaginando que su dolor es fe– cundo. Abraza con nuevo vigor sus ilusiones. La vida triunfa. Cosa semejante ocurre a la co– lectividad. La fe en sus destinos superiores, la ilusión de ser una raza protegida por Dios le da una fuerza espiritual suprema. Mas, si ese sentido místico, esa transmutación constante de valo- ) 29 (
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