Desvelos en el alba
.go y daban por cierto que el Lir.eo, bajo su dirección, sería una manceb ía. El ambiente estaba tenso. ¡Quién no de– fendía la religión era su enemigo l Esta pre– ocupación venía de atrás, de los albores del radicalismo auspiciador de la extinción del poder temporal que, con agrado, procuraba mantener el clero. Los radicales, sea a la luz, sea desde la penumbra del taller, disparaban sus saetas con gran h abilidad. Fundaban los boy-scouts para que los niños disfrutaran de los dones silves– tres de la naturaleza, se incorporasen al de– porte y fueran de cuerpo y espíritu sanos, aunque es presumible que donde vence el de– porte fenece la mente. Sin desconocer tales ventajas, los clérigos verificaban que esas ex– cursiones, por su índole dominical y maña– nera, restaban la asistencia de los chicos a lo!í. templos. Comenzaban a divulgarse libros como " La impiedad triunfante" , "La religión al alcance de todos" de !barreta, "Cómo el hombre hace dioses" de Ingersoll. "La irreli– gión del porvenir" de Guyau e "Historia de la Reforma" en que se ponía a Martín Lu– tero por las nubes. Los frailes motejaban a sus críticos de ) 16 (
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