Desvelos en el alba
Más tarde le acaeció otra desventura: un editor, sinvergüenza, de Madrid, insertó su artículo -sin consentimiento suyo- como prólogo de cierta obra del mencionado Tri– go, cuyo título tenía la virtud de convertir a los octogenarios en mancebos. V A estos hitos se agregó en 1911 la con– cesión de una beca para ampliar sus estudios en el país de los yanquis, al que pudo ir con su marido, pues éste fué agraciado con otra semejante. Permanecieron allí dos años, y uno más en Europa. Durante sus viajes y mientras estuvo en el extranjero, fué anotan– do cuanto vió y pensó. Debió impresionarla ver cómo las mujeres norteamericanas tienen acceso a todas las profesiones y cuán eficaz es su colaboración. En 1914 dió a la impren– ta "Actividades femeninas en los EE. UU." y "En tierras extrañas". Desde entonces se pre– ocupó de la incorporación de las mujeres a todas las funciones sociales. Ella misma da– ba el ejemplo. Poco más tarde formó el Círculo de Lectura de Señoras, organiZJación ) 14 (
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