Desvelos en el alba

IV A los dieciocho años Amanda Labarca re– cibió el título de profesora de castellano y casó con don Guíllermo Labarca Hubertson, cuyos apellidos adoptó en seguida. Don Gui– llermo era ya un joven escritor de persona– lidad. Este enlace, tal vez, la indujo a escri– bir y la familiarizó con las grandes preocu– paciones de esa etapa: la literatura rusa, los nórdicos, el naturalismo, la expansión socia– lista, la cristalización de la clase media, el racionalismo, el culto por lo experimental, la revisión de conceptos básicos sobre el pro– pio país, etcétera. En 1906 fué nombrada subdirectora de la Escuela Normal número tres. Al año si– guiente publicó su primer libro: "Impresiones de juventud", que causó asombro porque no era de versos, ni siquiera un relato de amo– res, sino un conjunto de breves estudios acer– ca de la generación española del noventa y ocho. Como vivía en un medio de simpatía por lo nuevo, de curiosidad anarquista, cuan– do le correspondió examinar las teorías sobre el amor libre, formuladas por Felipe Trigo, cometió la equivocación de no comenzar su ensayo con la siguiente frase: ¡ Qué horror! ) 13 (

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