Desvelos en el alba

de sol, un instante, y después apa– tía gris, gris, gris. ¡Inestabilidad! ¿Es algo que sólo a mí me aflige o una condición de esta hora del mundo? Observo a mi alrededor y me parecen to– dos contagiados de ese mismo des– equilibrio. ¿Hay alguien que esté seguro de su situación, de su for– tuna, de sus principios éticos, de la senda que se ha trazado, de su trabajo, de su destino? Siempre fué mudable cuanto al hombre ata– ñe. Y hoy, ¿no será aún más incier– to? Va una caminando por una montaña, y de pronto halla un ro– dado de rocas ·sueltas de la cima hasta el abismo. Y ninguna huella firme. Asi imagino este momento ) 120 (

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