Desvelos en el alba

pobre. No embargante lo era, y mucho. Más no quedé conforme. ¡ Por qué es tan ofensiva la pobreza? Durante la hora observé a mis compañeros y descubrí con insano goce que éste llevaba el vestón muy zurcido, aquel os– tentaba las solapas tachonadas de manchas, otro vestía un traje incoloro. Mi terno tenía uso pero se conservaba limpio. No carecía de ningún botón. Mi calzado, todavía presen– table. 1ucía una capa de unto. Al término de una conversación amable y viva, salimos. El ángel partió hacia Ave– nida Matta. Todos tres seguimos rumbo contrario. En la esquina, don Guillermo tomó Alameda arriba, seguramente para participar en algún trabajo del Taller, porque entonces Santiago ofrecía escasos entretenimientos, y los escritores jóvenes y cuantos sentíanse de– jados de la mano de Dios, se asilaban en las logias para cambiar ideas, tanto sobre el por– venir de la raza blanca como acerca de ot ros tópicos de idéntica urgencia. III Doña Amanda se fué en dirección opues– ta. Paso a paso hice mí camino hacía el ba- ) 11 (

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