Desvelos en el alba
conmover, que agitó a los hombres de esta maravillosa Toledo, desde quien sabe qué pasados siglos, ve– nía a nosotros. Bocanadas de civi– lizaciones pretéritas soplaban des– de los capiteles, desde las ventanu– cas y los aljimeces y nos supersen– sibilizaban. Nos abrían perspecti– vas de nuevas dimensiones, de di– mensiones entrevistas por los crea– dores de arte, escapados de la cár– cel de la geometría euclidiana. Yo comprendía vagamente que esa era la función máxima del arte: supe– rar esta cárcel tridimensional para expresar el mundo de n dimensio– nes que es el reino del espíritu. Y en la tarde, la Catedral de Toledo. Ese gigante poema de si- ) 102 (
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