La Quinta Normal i sus establecimientos agronómicos y científicos : paseo de estudio

-35- tos deslindan al sur con el Observatorio astronómico, i al norte con el Campo de estudio. Estos invernáculos, co– nocidos con el nombre de conservatorios, son de dos cla– ses: unos subterráneos, cuya techumbre de vidrio se ele– va un metro sobre la superficie de la tierra i otro que se levanta como un palacio de cristal al oriente de . los primeros. Los conservatorios subterráneos forman un sistema de siete invernáculos cuadrilongos cortados a su remate por otro trasversal, cómunicados entre si por puertas-vidrieras. Entramos, desde luego, al observato– rio de los helechos, i quedamos agradablemente sor– prendidos al ver esas curiosas plantas de hojas finísimas que forman juntas una gran hoja afiligranada, o que variando de forma, aparecen como verdosos tules, o de– licadas plumillas. Pasamos al siguiente, i todos a una lan– zamos una esclamacion de asombro al ver plantas de hojas preciosas, la maranta, la alocacia, la caladittm i la begonia rex de hojas anchas, las unas pintadas de colores vivos o apañados, las otras labradas con primor, otras aterciope– ladas, otras semejantes a raso color lila, otras, en fin, osten– tando en sus filamentos colores pompeyanos. El señor Le Feuvre nos decía, al ver con gusto nuestra admiracion cre– ciente: «Cuando estas plantas sean conocidas de la bue– na sociedad de Santiago, reemplazarárí en los safones a los ramos de flores como en París, porque son tan lindas como éstos i de vida incomparablemente mas larga que ellos. Estas plantas, agregó, tienen tan solo un año de existencia». Recorrimos urw a uno todos esos conserva– torios recreando sucesivamente la vista o el olfato al en– contrar en unos el Jazmin del cabo, en otros las orcideGts, bellas parásitas suspendidas en el aire, la gloxcinia, flor de vivísimos matices i corola de copa, i principalmente la t-rolepis, que tiene forma de cabeza de niño con larga ca– bellera verde. Fuera de estas deliciosas plantas que se