La Quinta Normal i sus establecimientos agronómicos y científicos : paseo de estudio

-155- Observatorio N acio':nal, vamos a manifestar la importancia de la mision que está reservada a los Observatorios situa– dos en el hemisferio austral. El hemisferio boreal o del no.rte, como que ha sido el cielo que ha cobijado las mas anliiguas civilizacion~s, es conocido palmo a palino por los astrónomos, desde há mas de 4;000 años. Por el contrario, el cielo austral no ha ve– nido a ser -visto i observado sino a fines del siglo .XV, cuando el descubrimiento por Colon del Nuevo Mundo. Los 1nismos navegantes, Yañez Pinzon, Americo V-es– puscio, Andrea Corsali i Pigafetta, el compañero de Ma– gallanes, que descubrieron el Grande Océano Pacífico, descubrieron tambien las estrellas i constelaciones del bri– llante cielo del sur. Es verdad que el gran Ptolomeo, a mediados del siglo II de nuestra ~ra·, habia alcanzado a descubrir, gracías a la posicion de su Observatorío en Alejandría que abarca– ba hasta 54° ae declinacion austral, una pequeña parte de ese cielo. P~ro, desde esa época hasta el siglo XV no eran conocidas sinó las 48 constelaciones que él había lle– gado a percibir en nuestro hemisferio. Los esploradores holandeses, por su parte, lo mismo que los españoles i jenoveses en sus espediciones al Nuevo Mundo, al paso que descubrían i tomaban posesion de vas– tas rejio:o.es en el continente nuevo, descubrían i catalo– 'gaban las e.strellas del nuevo cielo. Así Petrus Theodori descubrió 121 estrellas australes eR la primera espedicion enviada por la Holanda a la América en 1595, i Yoducus Hondius en 1597, Bayer en 1603 i mas tarde Bleau i Houtman construyeron glol?os celestes gravando en ellos las constelaciones australes descubiertas por Theodori. Hasta 1627 no se habían reconocido en nuestro hemis– ferio sino 136 estrellas, que se hallan insertas en las Ta– blas R ttdoifinqs de Kepler, publicadas en aquel año. Si a '

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