Notas sobre autoritarismo y lectura en Chile

tes biográficos, el discurso "americanista", etc.). "Mi of^ ció — escribió el poeta en sus- Memorias— fue la plenitud del alma". En tanto discurso polifónico su obra no puede enton - ces reducirse a su práctica política puesto que si así se hi_ ciera se estaría recortando severamente su virtualidad1:signi ficativa. Hasta 1973 ninguna de las distintas dimensiones de su obra negaba a las otras, en ün contexto dé pluralismo cul tural sucedía sí que algunas dimensiones se hacían más signi­ ficativas para ciertos actores sociales y menos para otros. Había, por así decirlo, una competividad de lecturas, enmar­ cada en una disputa por el espacio cultural, espacio que aún teniendo su especificidad no era por supuesto neutro. Duran te la primera fase'es esta disputa de sentidos la que se con cuica, alterando asi. las condiciones-en que.se .gertera y pro­ duce la lectura. Esta misma restricción incide en qué los códigos de lectura de Neruda heredados de'la tradición literaria no tengan — co mo solían tener— un espacio en la configuración de sentidos de su obra. Por ejemplo, las lecturas propuestas por críti eos como Hernán Loyola, Emir Rodríguez Monegal y Jaime Concha, entre otros. Estas lecturas alimentaban antes una recepción de su poesía en tanto modos de auto-referencia, y cubrían des de la historia íntima del poeta hasta los actores sociales y culturales con que él se había identificado. Se trataba de propuestas que circulaban a través de la Aprensa, programas de televisión, prólogos y conferencias, y que afectaban por en­ de ‘la recepción no sólo de los estudiosos o mediadores profe sionales sino también de los "lectores ingenuos". Luego de 1973 estas propuestas de lectura' dejan dé circular,el libro Neruda, por ejemplo, de Jaime Concha, que examina su poesía

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