La Catedral de Santiago de Chile: estudio monográfico

que en la historia se logran con la aplicación de nuevos supuestos son de mayor entidad que aquellas debidas exclusivamente a una ampliación cuantitativa del repertorio de hechos conocidos. Esta convicción certera ha hecho que la moderna historiografía del arte se haya esforzado, principalmente, en sobrepasar el estado de crónica antes descrito, realizando aquello que podríamos considerar como · una auténtica ascensión hacia la historia, al remontarse de los hechos escuetos a la imprescindible ordenación filosófica, de la documentación a la urdimbre de ideas en donde los temas incluídos adquieran propio significado. Pues los fenómenos artísticos solamente nos revelan su profunda condición cuando forman parte de un esquema apriorístico que los califique en su singularidad y que, a su vez, esta– blezca entre ellos la necesaria relación de sentido. De ahí que la búsqueda de nuevos y cada vez más rigurosos puntos de vista aplicables al arte y a la arquitectura haya producido un9- honda metamorfosis en la reciente ciencia artística, otorgándole un rango de excelencia entre las res~antes ciencias de la cultura. Sin embargo, _la historia depende también de situaciones ocasionales que la configuran y condicionan. El ahora ·y el aquí, este momento y este lugar en que la obra histórica se hace, le dan un color y un aspecto especiales, únicos; porque la historia es a su vez - y al igual que los hechos en ella expresados- contin– gencia y circunstancia. Vano sería intentar una historia del arte y de la arquitec– tura, concebidas con extremado rigor apriorístico, si para ello faltara el substrato de los hechos firmemente establecidos, pues, sin tales necesarias precisiones, la obra histórica habrá de incurrir en generalizaciones o ambigüedades que, a buen seguro, invalidarán todo el posible _aparato conceptuaL Esta es, sin asomo de duda, la situación con que tropieza quien intente hacer historia de la arquitectura en el continente americano; por causa de la reducida documentación satisfactoria exis– tente, sus conclusiones sonarán a precipitadas y las líneas mentales que trace han de resultarle inciertas o solamente aproximadas. Porque el campo histórico artísti– co en el c~mtinente se halla todavía en condiciones virginales y selváticas. Lo inédito y lo desconocido, y lo confuso y hasta enmarañado se dan la mano. Nuestras circunstancias exigen, por ello, buscar un asidero real en el que pueda sustentarse la auténtica historia del arte. Aquí, la ordenación ideológica ha de verse acom– pañada de una sistematización rotunda de los hechos, que permita salir - cuanto antes mejor- del estado aún incierto, sobradamente vagaroso en que nuestra dis– ciplina se encuentra. Por ende, el menester más urgido es el de precisar con rigor la cronología, las atrib~ciones posibles, las conexiones entre las obras, mediante adecuados trabajos monográficos que las dibujen en su auténtico perfil y con sin– gular precisión. No se nos ocultan los riesgos de esta labor, denunciados al co·· mienzo de este prefacio; sin embargo, merece la pena correrlos porque la historia del arte y de la arquitectura americanas logren .sobrepasar el estado que la nece– sidad de tales trabajos indica. JosÉ RrcARoo 11ÓRALES 8

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