La Catedral de Santiago de Chile: estudio monográfico
PREFACIO Esta primera obra que lleva a las prensas el Instituto de Hístoria de la Arqui– tectura es el 'resultado y compendio de una labor escolar: el trabajo de seminario hecho en mancomún por dos alumnos, bajo la guía del que estas líneas firma. Nada más. Pero en su limitado propósito tiene, no obstante; condición precursora: representa ·la iniciación de un plan de trabajos monográficos destinados a conocer la 'arquit~ctura de Chile en sus aspectos particulares y hasta singulares. Sobradamente se sabe que la actividad del historiador ha de ser muy otra que la· simple procura de datos. La acumulación de referencias, la búsqueda del hecho por el hecho, suele carecer de sentido, convirtiéndose por ello, literal– mente, en insensatez. Insensatez o· sin sentido próximos al vicio o a la manía del coleccionista. Y no siempre en la historia, como pudiera ocurrirles al filatélico o al entomólogo, los hallazgos más raros son lo~ de mayor valía. La historia que se establece exclusivamente bajo el signo de la erudición acu– mulativa colinda con la crónica, por mucho aparato de rigor y de ciencia de que disponga. Su oficio es un narrar sin norte, una descripción sin supuestos funda– damente establecidos, y su resultado un mero inventario en el que pueden incluirse los más dispares motivos por la simple razón de que pertenecen al pasado. En su condición esencial, esta manera de la historia es análoga a la de ciertos géneros de arcaísmo que se caracterizan por conceder primordial importancia a las partes, al fragmento tratado independientemente del todo, y debido a su noción analítica y cuantitativa, puede llevar a la creencia de que el conocimiento histórico estriba en recoger más y más minucias que, a fuer de fútiles, frisan en la curiosidad y en la extravagancia. El elogio corriente que a ciertos eruditos se asigna calificando su actividad como "labor de hormiga", representa a la par la condenación más explícita de una faena que por banal y rutinaria niega el ser mismo de la ciencia. El acucioso acarreo de referencias y el consiguiente almacenamiento de noticias históricas pertenecen a un orden que se halla determinado casi exclusivamente por la paciencia, y si bien no hay ciencia sin paciencia, no basta paciencia sola para configurar un mundo que depende primordialmente de las ideas. Porque el conocimiento histórico, al igual que cualquier otro en plena auten– ticidad, no consiste en sab!;!r más, sino en saber de otra manera. Las adquisiciones 7
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