La Catedral de Santiago de Chile: estudio monográfico

• principios del año 1771 se encontraba ya completamente concluída la enmaderación de tres de los grandes arcos que sostenían la techumore; tres otros arcos estaban siendo armados. En 1775, cuatro años después, quedaban techadas las dos terceras partes del templo, lo que permitía la celebración del servicio del culto. Fué así como el 8 de diciembre de 1775, bajo el gobierno civil de J á uregui y del eclesiástico de Alday, se inauguró con toda solemnidad esa parte posterior o del lado de la calle Bande– ra, comenzada por el obispo Juan González Melgarejo bajo la dirección del maes– tro ele obras chileno don Antonio Acuña. El templo, sin embargo, distaba mucho de estar concluíclo. Según consta, las ventanas carecían ele cristales; dejando sentir el frío invernal. Se habían gastado, en 1777, más ele 390.000 pesos, de los cuales 170.000 eran erogaciones ele los obispos Melgarejo y del propio Alday. • El 9 de julio de 1780, el obispo informa al Rey que para poner fin a la obra se precisaban 181,495 pesos. El primitivo presupuesto había sido sobrepasado en 68.000 pesos. Las causas de este mayor costo se deben al alza experimentada por los mate– riales. Las guerras con Inglaterra influyeron en forma directa en ello, como asimis– mo, el incendio de la antigua catedral, lo que no permitió utilizar elementos que ya se habían previsto para tal objeto. También influyó en el alza del presupuesto el vaciamiento de la cantera de donde se sacaba la piedra, y el no haber incluído en el presupuesto primitivo la construcción de varias oficinas que eran necesarias. Muerto el maestro de obras, don Antonio Acuña y habiendo llegado a Chile en 1780 el eminente arquitecto romano don Joaquín Toesca, él, siguiendo más o menos el mismo plano, se encargó de la conclusión ele la catedral hasta la plaza. Este prestigioso arquitecto italiano, discípulo del famoso Sabatini, fué enviado del rey al Perú, a fin de dedicarse a la dirección de las obras reales. De a_llí fué llamado a Chile en 1780, y el presidente Jáuregui le confió el encargo de confec- cionar los planos de la Casa de Moneda. · De esta visita, y dada su fama, decidió sacar partido el entonces obispo de Santiago, Ilmo. señor Alday, para la terminación de la construcción de la iglesia catedral. Ya hemos dicho que los dos tercios del t emplo estaban edificados, quedando en sus cimientos la part«; inmediata a la plaza cuando llegó Toesca. Toesca se encontró con el problema de terminar un edificio, del que sin duda no existían planos. Lo modificó en la medida d e sus posibilidades, a fin ele dar al total la necesaria unidad arquitectónica. Finalmente, se limitó a proponer y a hacer aprobar la parte que da a la plaza, conjuntamente con la fachada corres– pondiente. Dichos planos fueron presentados al obispo el 1 '! de marzo d 1780. Destacaba entre ellos el ele su elegante frontispicio (mutilado antes de estar con– cluído ) . El autor de los planos era de la ciudad de Roma. En su juventud estudió matemáticas y arquitectura, dibujando asimismo en la Academia de San Lucas de esta ciudad. Su educación arquitectónica la completó en Nápoles al lado del eminente arquitecto siciliano don Francisco Sabatini, quien fué destacado colabo- · rador de Carlos III en el embellecimiento de la capital, durante los 28 años de su reinado. Sabatini fué llamado a España y nombrado con el título de Teniente General. En este viaje llevó a Madrid a sus discípulos más distinguidos, entre los cuales destacaba Toesca. El brillante alumno ejerció durante varios años en la corte esperando su hora. Ella llegó cuando fué solicitado al rey el envío de un arqui– tecto para la construcción de la Catedral y de la Casa de Moneda de Santiago. Dicho viaje significaba para Toesca un desembolso económico fuera de sus posibi– lidades. Quien apoyó esta vez materialmente al joven Toesca, fué Sabatini, facili– tándole para dicha empresa la cantidad de mil . pesos. Constancia quedó de ello en un poder dejado por el propio Toesca. 16

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