La Catedral de Santiago de Chile: estudio monográfico
muy chico, el que fué solemnemente inaugurado en octubre de 1670, 'bajo el gobierno interino de González Monteró. En 1679, treinta y dos años después de la destrucción, el obispo Fray Ber– nardo Carrasco echaba los fundamentos de la nueva catedral. Este mismo pre– lado, en octubre de 1687 la consagró, dedicándola a la Asunción de María. Se demoró ocho años en su construcción. Acerca de los atributos artísticos de dicho templo, no tenemos referencias. Sabemos, eso sí, que en su construcción se in– virtió el producto de los novenos reales, además de las rentas de la mitra. Los primeros fueron otorgados por el Rey de España, a instancias del obispo. Este templo no tuvo vicisitudes en su construcción durante 42 años. El terre– moto del sábado 8 de julio de 1730, al amanecer, sin causar muchas víctimas, aruinó la mayor parte del reino, siendo obispo de Santiago don Alonso del Pozo y Silva, y Gobernador don Gabriel Cano de Aponte. Puede decirse que en vez de uno fueron tres terremotos en el mismo día en el espacio de doce horas, siendo el primero entre una y dos de la mañana y repitiéndose otros menores hasta las cuatro y tres cuartos de dicha mañana, en que acaeció el segundo, tan espantoso, que no daba lugar a nadie a permanecer de pie. Entre doce y una de la tarde s_e repitió por cerca de medio cuarto de hora, según carta del gobernador al virrey del Perú. Continuaron repitiéndose muchos temblorcillos en aquel día y durante los catorce meses siguientes. El terremoto había destruído por completo en Santiago los templos de la Merced y Santo Domingo, y puso en mal estado a los de la Compañía, la Cate– dral, San Francisco y San Agustín, todos los cúales perdieron sus torres. Muchas casas se habían caído al suelo o se hallaban en condición de no poder ser reha– bilitadas, y con este motivo se improvisaron por doquiera barracas provisorias de madera cubiertas con tablas, en las que sé acogían las familias. Se agravó la si– tuación el día 10 de julio, al caer copiosa lluvia algunas horas antes de amane– cer, la que azotó incesantemente durante veinticuatro horas las improvisadas habi– taciones y las que habían logr.ado quedar en pie. El obispo don Juan Bravo trató de reparar la iglesia por sus propios medios. Se había posesionado de su cargo el año 1735, y lo desempeñó hasta 1743. En 1745, considerando que dicha catedral era muy pequeña para ciudad ya tan populosa, y tomando en consideración los muy frecuentes temblores que había de soportar, el obispo Juan Gónzález Melgarejo decidió emprender a sus expensas la construcción de una nueva catedral,. haciendo él mismo la donación de valiosas joyas y alhajas y más de 5.000 pesos. Esta catedral fué la base del actual templo metropolitano. En sesión capitular del 5 de octubre de 1746, se trazaron los nuevos planes respecto a la catedral de Santiago de Chile. En dicha sesión, el obispo Melgarejo expuso que "la enmaderación de la techumbre estaba podrida, y que los muros .estaban resentidos por los terremotos y temblores. Reparar la totalidad del techo, junto con ser obra de gran dispendio, encerraba el riesgo de someterse a una nueva catástrofe". Se contaba por otra parte, en caso de emprender la tarea de construir un nuevo templo, con el aporte s(:?guro de todo el vecindario, que deseaba una cate– dral de capacidad y rango acordes con su importancia. Deseaban asimismo que el frente de ella mirara hacia la plaza principal, y no hacia la calle Catedral como entonces. Vistas esta razones, el Obispo propuso comprar las casas adyacentes _(situa– das al poniente de la Catedral), a fin de levantar la nueva catedral más amplia que la anterior. Los propietarios de dichos terrenos, don Juan de Ovalle y don Antonio Bascuñán, aceptaron dicha operación. Con esto sería posible construir el nuevo templo, con frente a la plaza, y dejando el espacio necesario para la ubicación de la Capilla del Sagrario y sala capitular. 14 ,
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