Casas patronales : conjuntos arquitectónicos rurales v.2

Lo efectivo es que en esa época la Hacienda de La Ca– lera producía trigo, fabricaba licores, y contaba con una importante masa ganadera, con la que abastecía las carnicerías o tendales de Santiago. En 1767 se con– taron más de 1.200 vacunos, 3.000 ovejas y 600 ca– ballares. (3) Este carácter de explotación agrícola se ha manifestado por lo tanto a lo largo de la mayor parte de la existen– cia de Las Casas, y gracias a que fueron levantadas acorde con las condicionantes del lugar y de la reali– dad social del país, ellas const ituyen un ejemplo signi– ficativo de nuestra historia y de nuestra arquitectura campesina. LA HACIENDA DE CALERA DE TANGO Con el propósito de financiar el Colegio de San Miguel en Santiago y con la finalidad de trabajarlas en su be– neficio, los jesuitas adquirieron a fines del siglo XVII varias importantes propiedades rurales como Peñuelas en 1667 y Tringueras en 1672. En 1863 compraron la Hacienda de La Calera, que hasta ese año perteneciera a los padres Mercedarios. Ubica– da "6 leguas de camino al suroeste de la capital era agrícolamente pobre, pero de gran interés para los je– suitas, por los cerros de cal que en ella existían . La ex– ten~ión era de 1.400 cuadras, 1.000 de las cuales perte– necieron al licenciado Andrés de Toro y a su mujer Luisa de Zelada, que las habían vendido a la orden re– ligiosa. Las otras 400 cuadras restantes se compr<;Jron a la viuda de Diego Gil Negrete ." {4) Los límites de la hacienda en esa época "comienzan a correr desde la punta que cae al camino real que viene de Lonquén para dicha ciudad por la parte de abajo, y por la parte de arriba, con las tierras de la estancia que al presente posee el monasterio de la Virgen de Sta . Clara de antigua fundación de dicha ciudad, y en dichas tierras por la parte sur y la del norte con las tierras y cerros que continúan los llanos que vienen de dicha ciudad" . (5) · Existían ya en el predio en el momento de su adquisi– ción algunas edificaciones de adobe construidas por los padres mercedarios con fines netamente agrícolas, 104 que fueron completadas con nuevas bodegas, y habita– ciones para los operarios de las minas . Estas se e xplo– tan con notable maestría , y al poco andar dejan tan buenas utilidades a sus nuevos propietarios , que sólo a 5 años de su compra, los jesuitas habían abonado 1.800 pesos a cuenta del valor total que era de 2 . 100 pesos . Con el propósito de activar las labores de la Hacienda , se instala en esta casa religiosa, a partir de 1724, un primer grupo de sacerdotes y hermanos coadjutores de origen bávaro, cuya labor se incrementó y diversificó notablemente con la llegada en 1748 de una segunda expedición dirigida por el Padre Carlos Haymhaussen. Como lo señalan el padre Enrich y Alfredo Benavides , entre los recién llegados se contaban artistas y artesa– nos que habían sido seleccionados por su probada pre– paración y calidad, por lo que hicieron de Calera de Tango un dinámico centro artístico y artesanal, con el consecuente desarrollo y aumento de las Casas de la Hacienda , que incluían talleres de fundición, relojería, mueblería, platería, hilandería, etc . De igual manera , con la construcción de acequias de regadío que utilizaban las aguas del río Maipo se aumentó y diversificó considerablemente la produc– ción agrícola, y por lo tanto a mediados del siglo XVIII las Casas de Calera de Tango atendían las necesidades tanto de una numerosa comunidad religiosa , como la de su labor evangelizadora, que la orden nunca des– cuidaba, las artísticas y artesanales, y las derivadas de explotaciones mineras y agrícolas . Al producirse en 1767 el extrañamiento de la Compa– ñía de Jesús, la hacienda pasó a poder de la Corona Es– pañola, representada por la Real Junta de Temporali– dades, que la explotó por el sistema de sucesivos arriendos. Sus límites eran entonces " por el norte la hacienda del convento grande de clérigos San Agustín; sur, estancia llamada Lonquén, de los herederos de don Pedro Luna; oriente, con los terrenos pertenecien– tes a los herederos de Alberto Caraballo; poniente, con la estancia del maestre de Campo don Domingo Valdés Sta . Cruz" . (6) Su primer arrendatario, a partir de noviembre de 1767, fue don Antonio Díaz, quien la remató en 2.520 pesos por espacio de tres años, incluyendo la estancia de

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=