Casas patronales : conjuntos arquitectónicos rurales
ESPACIALIDAD. (l) La edificación de importantes conjuntos rurales se rea– lizó no sólo en las haciendas chilenas, sino también en diversos países americanos, como fue el caso de los grandes latifundios mexicanos y brasileros de los siglos XVII al XIX, el de las haciendas neogranadinas y pe– ruanas del mismo período, y el de las extensas estan– cias argentinas del siglo XIX. Estas últimas, adoptaron soluciones de planimetría con– centrada, a consecuencia de un proceso socio– económico particular. "Al primitivo estanciero le faltaron recursos técnicos, tiempo y habilidad para hacer una arquitectura es– table, le faltó interés, ya que como hemos dicho la tierra aún va :ía poco; muchas veces no poseían títulos de aquellas sobre la que se había asentado . . ." (2). Respetando las variables regionales, en cambio en el resto de las haciendas de Hispanoamérica, es percep– tible la continuidad con una tradición andaluza y extre– meña que puede verificarse en conocidos ejemplos de edificios del siglo XVI; la Casa de Fuenzal ida, la de Pi– latos, o el Cortijo de La Reina (3), todos los cuales utili– zan el patio como el elemento en torno al cual se estructura la edificación. Y así pues los antecedentes de nuestras Casas podrían buscarse con mayor o menor acercamiento en los Cortijos Andaluces, pero estas vi– viendas rurales características del centro y sur de Espa– ña son construcciones cerradas al exterior, marcada– mente introvertidas, que establecen una barrera entre campo y habitar, lo que se acentúa por una clara inten– ción de imponerse al paisaje. Las Casas Patronales son en cambio extravertidas y privadas a la vez, instalán– dose en su medio con soltura, casi con un afán posesi– vo, lo que hace que hoy en día resulte difícil obtener de ellas una lectura fotográfica adecuada de algún sector importante o del total del conjunto. El parentesco con el Cortijo es por lo tanto reconocible, pero en nuestro caso bastante lejano, y el que en algún momento (siglos XVI y XVII) se haya reproducido en Chile con fidelidad, resulta sólo una formulación teóri– ca sin el necesario respaldo del testimonio histórico ar– quitectónico . Otra influencia más cercana y real proviene de los con– ventos Quiteños, Limeños, Cuzqueños, Arequipe'ños y también Santiaguinos, vastos y nobles edificios, con sus iglesias, patios, claustros, extensas cubiertas de pe– sadas tejas y gruesos muros encalados, que en la bús- 50 queda de la identidad espacial adecuada para sus di – versas actividades, hicieron un generoso uso del suelo urbano, a través de un gradual proceso de crecim iento regulado tanto por una técnica constructiva si mi lar pa– ra sus distintas etapas, como por una concepción espa– cial definida, circunstancias que se repiten en las Casas Patronales, a otra escala y en el medio rural. Chacabuco, La Punta, Calera de Tango, Bucalemu, La Compañía (Graneros), fueron algunas de las importan– tes haciendas centrales que pertenecieron a la Orden de San Ignacio de Loyola, construyendo en todas ellas instalaciones que bien pudieron ser fuente de inspira– ción para los hacendados chilenos, dado el exitoso re– sultado obtenido en su quehacer agrícola por los je– suitas, avezados arquitectos y constructores que no re– pitieron en esta región, modelos que habían utilizado en las mis iones Guaraníes o en el Alto Perú . Existe sin duda una relación entre las Casas de las Ha– ciendas de Polpaico o Quilapilún, con las de Calera de Tango, de las que conservan en buenas condiciones un importante sector de su trazado original de la primera mitad del siglo XVIII. Por el carácter agrícola pero a la vez conventual de estas últimas, la analogía resulta vá– lida sólo en parte, sea por la natural preeminencia de la iglesia, sea por su carácter más cerrado y privado. Provenga de una u otra raíz, lo que es efectivo, es que el esquema de base es la utilización del espacio abie r-– to como elemento ordenador de la arquitectura de los conjuntos rurales chilenos, y que la tecnología aplica– da y el uso de materiales afines, tienden a mantener y presentar una continuidad formal histórica como con– secuencia del trasfondo cultural hispánico de sus cons– tructores . Cada propietario o administrador principal, asumía en su oportunidad la responsabilidad del arquitecto, utili– zando espontáneamente, tres tipos de espacios dife– rentes con los que organizaba el total del conjunto; los patios, los corredores y las habitaciones . Sin limitaciones en cuanto a la ocupación "del suelo, pero restringido a una pr imaria técnica constructiva, estructuraba la casa con rígida ortogonalidad, como una sucesión de patios, enmarcados por recintos cerra– dos en la que el corredor además de ser el encuentro entre patios y habitaciones, conecta entre sí las distin– tas fases de la construcción, y ofrece una alternativa de circulación, que no es la interior entre r~cinto y recinto.
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