Ciudades y arquitectura portuaria: los puertos mayores del litoral chileno
lobo de mar que aseguraba su sustentación alimenticia y cuyas pieles los protegían de los rigores climáticos. En el sector meridional, al norte y sur del estrecho de Magallanes, los pescadores aborígenes utilizaron árboles ahuecados a fuego, embarcaciones que para los yaganes, nómades de los canales y fiordos patagónicos, constituyeron además sus viviendas por largas temporadas. Los grupos litoraleños no construyeron aldeas ni viviendas definitivas, limitándose a levantar estructuras con ramaje menor, o con huesos de ballenas y cachalotes, que acostumbraban revestir con pieles de lobo marino . Tan menguadas instalaciones marcaron, sin embargo, las caletas más protegidas, con abundante y renovada provisión de mariscos y pescados y alguna fuente cercana de agua dulce. Su modesta presencia contribuyó a que los navegantes de los siglos siguientes se orientaran en cuanto a la existencia de posibles apostadores para sus naves, allí donde la profundidad de las aguas lo permitía. La fase aborigen de la ocupación del territorio nacional se cierra con las primeras incursiones españolas, sin concretar por lo tanto, una ocupación significativa de tan extenso litoral. Como se podrá apreciar más adelante, el prolongado coloniaje que se extendió por casi 250 años no modificó sustancialmente esta situación. Fracasada la expedición de Almagro y consolidada la conquista del Perú, al abandonar a principios de 1540 el valle de Azapa en las cercanías de Arica, Pedro de Valdivia y sus acompañantes iniciaron una cabalgata de dos mil quinientos kilómetros que los llevó hasta el valle del río Mapocho . Un año más tarde, Santiago del Nuevo Extremo fue el primer gesto fundacional realizado en los territorios que el capitán extremeño agregaba al Imperio de Carlos v. En ese recorrer, realizado preferentemente por la precordillera, los desiertos de Tarapacá y Atacama, y los valles transversales del norte chico, sólo en el del río Elqui (Coquimbo) estimó Valdivia que se reunían las condiciones que justificaran la existencia de un núcleo poblacional español. No obstante su aislamiento, gracias a los drásticos procedimientos de Francisco de Aguirre y sus herederos, se logró la supervivencia tanto de la hermosa Villa de San Bartolomé de La Serena (1543), como la del caserío de San Francisco de la Selva (Copiapó) . Con estas excepciones, y pese a los afanes del gobernador Ambrosio OHiggins, a fines del siglo XVIII la mayor parte de la región norte había quedado prácticamente al margen del modelo fundacional colonizador. En cuanto al borde de mar de este sector, con la excepción de Arica, no logró arraigarse una población estable en las radas de Coquimbo, de Cobija, de Caldera y Bahía del Inglés, en las que recalaban muy de tarde en tarde algunas embarcaciones corsarias o con bandera española, pese a que ya existía información náutica acerca de ellas (Fig . 2) . Desde Santiago, Valdivia continuó su empresa recorriendo, sin prestar mayor atención, el asoleado y templado valle central que, protegido por el macizo andino y la cordillera de la costa, sería con el tiempo el área de mayor población del territorio. 15
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