Joaquin Toesca arquitecto y maestro

equipo de colaboradores de Francisco Sabatini, uno de los arquitec– tos más destacados de la época en Italia, quién trabajaba a la sazón en Nápoles, al servicio del príncipe que poco después había de asumir el gobierno de España, con el nombre de Carlos 111. Cuando ocurrió este evento y Sabatini fue requerido por el monarca para proyectar algunas obras en la península ibérica, Toesca se trasladó junto con su maestro a la corte española, donde completó sus estu– dios. De este modo, el joven arquitecto adquir ió conocimientos del pasado arquitectónico de Italia y España, a la vez que, a través de la labor de su maestro Sabatini, pudo estar en contacto con las más importantes obras proyectadas y en ejecución en Europa en su tiempo, el último terc io del siglo XVIII. A instancias del Gobernador de la Cap itanía General de Chile, don Agustín de Jáuregui y Alcoa, y del Obispo don Manuel Alday y Aspée, quienes insistían reiteradamente ante los soberanos de la Metrópoli, acerca de la necesidad de un director de obras a fin de adelantar los trabajos públicos y llevar a feliz término la cons– trucción de la Iglesia Catedral de Santiago, la corte española resol– vió encomendar esa labor al arquitecto romano. Toesca pasó a América por la ruta del Pacífico. En su itine– rario figuraron Cuba, México, Panamá, Colombia, Perú. De tal ma– nera, a su arribo a Valparaíso, ya había conocido, de manera viva, variadas expresiones de la arquitectura prehispánica y del período colonial, entre las cuales la fina penetración del artista debe haber distinguido, sin duda, más de algunas de las obras señeras de la his– toria de la arquitectura americana. Las condiciones en que se desenvolvía la vida en Chile dife– rían grandemente de aquellas en que estaba acostumbrado a actuar Toesca. En 1 íneas generales, ya se insinuaba en esos años la inestabi– lidad poi ítica que, a causa del creciente desarrollo económico y so– cial, habría de culminar, poco después, con el quiebre de la estruc– tura dependiente. En cuanto al ámbito particular de su profesión, T oesca no encontró aquí colaboradores suficientemente entrena– dos, como tampoco obreros de la construcción con un nivel de aprendizaje aceptable para edificar las obras que se proponía levan– tar, de acuerdo a sus conocimientos; además, la Colonia carecía de los materiales de construcción especificados habitualmente en Euro– pa para los edificios públicos y la posibilidad de importarlos repre– sentaba, en verdad, una empresa de incalculables proporciones. 11

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