Radio y cultura popular de masas

currir — sin restar la capacidad cultural de las universidades— es que existe una concepción de la televisión que vaya más allá del temor al instrumento, capaz de influir con fuerza en la raen talidad de la gente. Lo que reciben las universidades es justa mente esta ausencia de proyecto, de la manera en que una papa caliente es desplazada hacia lugares más fríos. Veamos ahora los elementos que están presentes en la exclusión -formal-de la empresa privada y del Estado en los primeros diez años de operación de la televisión. Decíamos que en los años sesenta, están ya establecidos los grandes rasgos de una cultura nacional masiva, específicamente en lo que se refiere a la exis tencia de símbolos de identificación que operan para la mayo - ría del país. Este modo nacional es, sin embargo, precario y parece puesto a prueba por la presencia de una lucha política también de alcance masivo. La televisión llega al país en mo­ mentos de creciente lucha hegemónica y la sensibilidad al uso político del medio-sean los particulares, sea el Estado- pro­ viene de todos los sectores en pugna. Se sospecha — y con alguna experiencia— de la capacidad uni- versalizadora de los intereses económicos privados, vía que se estimó legítima para la prensa y la radio en su momento, Ya no cabe ingenuidad frente a los medios de comunicación, menos aún ante el poder de las imágenes: la experiencia de la pren­ sa y de la radio ha demostrado cómo el sistema de propiedad termina obedeciendo a intereses particulares que gravitan fuer temente en la presencia de concepciones y discursos sobre la sociedad. Por otra parte, la dirección que tomará el Estado es incierta. Dejar en manos de éste un poderoso instrumento de influencia,

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