La industria editorial y el libro en Chile (1930-1984) : (ensayo de interpretación de una crisis)

36 Digamos, de partida, que resulta pertinente indagar las razo nes que subyacen a esta inacción, en la medida que a partir de la década del 30 el aparato estatal contribuyó a afianzar al sector privado, y que éste — en los hechos-- subordinó su actividad al sostén crediticio del Estado, gestándose así una situación estructural en la que el capital no estaba dispues­ to a incursionar en áreas "desprotegidas''. En este sentido, decir que el Estado no amparó, a la industria del libro por tra tarse de un área en que no había posibilidad de acumulación -— y que por ende no existían intereses creados que ejerciesen presión sobre él-- equivale a dar; una respuesta que se muerde la cola a sí misma, y que es por lo' tanto sólo una seudo-res- puesta. Por otra parte, desde una pura lógica económica la inacción estatal resulta tanto más incomprensible, si se tiene en cuen ta que a partir de 1950 se daban todas las condiciones para impulsar y hacer rentable a la industria editorial. En el pía no interno: una importante población instruida, económicamen­ te en vías de acomodarse y políticamente influyente. Además, una estratificación social de cierta fluidez, que aseguraba una variedad de gustos y un potencial en cuanto a población lectora. Y por último, desde el punto, de vista industrial, una capacidad instalada más que suficiente. Y en el plano.ex terno: cierto prestigio del libro nacional en el mercado hi s­ panoamericano, y la por entonces todavía precaria competencia de las editoriales argentinas y españolas. Que esta viabili­ dad haya sido desaprovechada indica, precisamente, que la res puesta a la inacción hay que buscarla más que en el terreno e conórnico, en el campo'cultural y e n algo que ya señalábamos con respecto al período 1930-50: en la percepción del libro y en la mitificación y vigencia de la matriz iluminista desde la cual se concibe "un deber ser" de la cultura chilena. Vi­ gencia que durante 1950-70 se refuerza,por una parte vía una capa intelectual y política mesocrática que rizca la nariz an te el desarrollo de la cultura de masas-, y por otra, -vía una™ capa de vocación latinoamericanista y revolucionaria, que si bien reconoce las nuevas realidades culturales (industria c.ul t u r a l , cultura de masas) las percibe sólo corno instancias de" manipulación y dependencia y carece por lo tanto frente a e­ llas de propuestas de refuncionalización. Ambas cidirán, por ende, en concebir a la rnasificación rno un signo de degradación y como incompatibles artística y el éxito popular. capas coin- cultural co la calidad

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