Judith Butler en Chile y en la Chile

46 – – 47 una reproducción de la violencia y la desigualdad. Pero si decimos eso, hemos renunciado al futuro, porque hemos tomado el momento presente, una parte del momento presente, y la hemos generali- zado sobre la base de ese momento, permitiendo que el momento de desesperanza política se repro- duzca interminablemente en nombre del futuro”. Esta, me parece, es una lección esencial. Podemos creer que vivimos la derrota de las expectativas, los conatos, los deseos de emancipación y que hemos arribado a una suerte de continuum que, en el mejor de casos, se revolverá sobre sí mismo para volver a empezar. Pero también podemos ver en el hostigamiento de las vidas hasta el límite de la subsistencia y aún más allá –un hostigamien- to que no es meramente ocasional, sino que es el modo de operar y dominar de un sistema–, po- demos ver en él no solo asolación, que lo es, sino también y sobre todo la respuesta de esas mismas vidas o de aquellas que las sobreviven, de esas mismas vidas sobreviviéndose en el límite de la extenuación, persistiendo. Hambre, marginaliza- ción y segregación, pobreza extrema, enfermedad, vejez, desposesión y desamparo y todas las for- mas de violencia explícita o solapada que sufren quienes han sido expulsadas o confinadas en los eriazos de lo social, no pueden ser vistas simple- mente como la confirmación de que el impasse en que nos encontramos es calle ciega, sino, aun allí donde la vida misma ya no parece ser posible y sin “Judith Butler nos ha regalado un modo de pensar y de actuar que mantiene un raro equilibrio entre la disposición al diálogo y al debate, con una apertura no solo al discurso, sino también a las diversas formas de vida de las otras personas, formas de vida, también, de aquellas y aquellos a quienes les es negada la condición misma de persona”. embargo porfía, podemos ver y atestiguar –y afir- mar – una potencia, una esperanza, un conato y un deseo, una promesa irrenunciable. La fidelidad a esta promesa, creo, es el corazón de lo que Judith Butler nos propone compartir. Judith Butler nos ha regalado –con un vigor, una persistencia y una entereza ética y política que ad- miro sin reserva y sin límite– un modo de pensar y de actuar que mantiene un raro equilibrio entre la disposición al diálogo y al debate, con una apertura no solo al discurso, sino también a las diversas for- mas de vida de las otras personas, formas de vida, también, de aquellas y aquellos a quienes les es negada la condición misma de persona. Su pensa- miento, su escritura, su palabra y su acción consti- tuyen un ejercicio ejemplar de la responsabilidad moral y política que les cabe a las y los intelectua- les en los difíciles tiempos que vivimos, sin ceder al riesgo ni temer la necesidad de traspasar límites y fronteras de los modos heredados y la mayoría de las veces naturalizados de representación de lo humano. Todo ello hace de Judith Butler una per- sonalidad fundamental en la reivindicación y la promoción del conocimiento y la acción pública. El Doctorado Honoris Causa que hoy le otorga la Uni- versidad de Chile es la expresión del compromiso que nuestra institución tiene, que debe tener con su propia vocación pública. Gracias, querida Judith Butler.

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