Para que nadie quede atrás: A la memoria de nuestras(os) compañeras(os) y maestras(os)

Para que nadie quede atrás 95 Rodrigo García ESE AMIGO LLAMADO PÁJARO Por Generación de Periodismo 1987-1991 Llegó a nuestras vidas directo deAvenidaValdivieso, donde se divertía con los amigos del barrio colándose en las noches en el Cementerio e infiltrado entre las harinas y levaduras de la panadería de su padre. So- brevivió a la exigencia y la enseñanza formal en el Instituto Nacional y logró aplacar un ingreso frustrado a Psicología. Hasta ahí era cono- cido por su verdadero nombre: Rodrigo García, un mote que volvió a ocupar más tarde cuando el éxito laboral le perseguía a pesar de sus intentos de evitarlo, cuando inventaba fórmulas para rehuir a los ma- reos propios de estar inserto en el mundo de la fama de la televisión. Hasta marzo de 1987 se llamó Rodrigo, cuando tuvo la ocurrencia de entrar a estudiar Periodismo en laUniversidad deChile, por esos años dejada a la mano de Dios en tantos aspectos. Al comienzo apostó a pasar inadvertido, pero no contaba con tener que lidiar con agudos compañeros que se fijarían en su nariz marca de fábrica y en sus de- seos permanentes de volar siempre a lugares fantásticos e ideales. Por eso, en ese entonces, dejó de ser Rodrigo para convertirse en Pájaro. Así comenzó a volar. Al fondo de la clase, dibujando caricaturas, in- ventando historias desternillantes de sus amigos, sufriendo por tener que convivir en clases al lado de mujeres (la herencia de seis años en el Instituto Nacional). Eso fue pasando con el tiempo, mientras acu- mulaba en su bitácora cientos de historias: de romances, de nostal- gias, de partidos de fútbol con sus amados Cabron Boys, de estupi- deces, de adolescencia permanente. De noches de juergas, de paseos a la playa en vacaciones de invierno, de películas protagonizadas por todos los que conocía, por el humo verde mezclado con sonrisas eternas, con gritos de madrugada en la puerta del viejo amigo. Imitador inigualado de Miguel Bosé El periodismo y sus vericuetos lo llevaron a hacer prácticas y labo- res en El Mercurio (donde llegó a ser portada de Revista del Do- mingo) y en Radio Cooperativa (donde la brigada hacía de las suyas en los turnos de fin de semana), mientras perfeccionaba una imi- tación inigualada de Miguel Bosé que se convirtió en un culto para nuestra generación de periodistas. Fue gracias a esa imitación –con clímax en quinto año en un mí- tico programa de TV que sigue dando que hablar casi un cuarto de siglo más tarde– que se fijó en él Gonzalo Bertrán, el gurú de la Rodrigo García, el Pájaro eterno.

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