Casas patronales : conjuntos arquitectónicos rurales

gua, Aconcagua, Maipo, Rape! , Mataquito, Maule, etc ., que mantienen un caudal mínimo durante todo el año, con crecidas importantes por las lluvias en la tem– porada invernal, y en el verano por el derretimiento de las nieves acumuladas durante la estación fría , en muchos sectores se ha mejorado la productividad al re– garse art ificialmente por una red de canales y acequias menores. La topografía permite que, a través de las la– deras y faldeos de los cerros que actúan como abanicos para distribuir el agua en diversas direcciones, las posi – bilidades de irrigación en el gran valle sean relativa – ·mente parejas . LOS SITIOS La elección de las tierras cultivables, y por ende la ubi– cación de las casas patronales, surgirá en la mayor par– te de los casos tanto de la intuición emotiva como es– pecialmente de la razón , al identificar los recursos ya descritos en cuanto a topografía , clima y calidad de suelos . El conquistador español, que trae consigo a lo menos un conocimiento empírico de la actividad agrí– co la , reconocerá normalmente con acierto aquellas tierras que una vez pacificadas y trabajadas le asegu– rarán una producción adecuada . "Las gentes venidas al Nuevo Mundo en los siglos XVI y XVII pertenecían a estratos sociales hispánicos me– dianos y bajos . Cuando más, permitirían la formación de una modesta burguesía o un campesinado regular . Eso sí , más de un humilde campesino andaluz, castella– no o extremeño, mediante el tránsito del Mar Océano, se tornaría en hacendado o encomendero relativa o abundantemente rico . " (3) . Dado el sentido de integración de la colonización in– diana, y si bien su primer interés personal no es el culti– vo agrícola, sino la búsqueda de las riquezas minera– les, luego se asentará en aquellos lugares que le signi– fiquen posibilidades de alimentos y recursos para for– mar su hogar, haciéndolo de preferencia en el valle central , y en las terrazas cordilleranas y del litoral . En un primer momento las construcciones se levantan de preferencia en un punto que asegura el abasteci – miento de agua , de combustible y de forraje , que per – mite el dominio visual de las tierras , el escurrimie nto de las aguas l luvias, y, cuando sea el caso , una protec - 9 ción de los vientos dominantes. Más adelante, a partir de mediados del siglo XVIII , con motivo de las primeras subdivisiones importantes de las haciendas, se edifica– rá en relación más directa con las conveniencias espe– cíficas de la explotación agrícola, y de cercanía a las escasas vías de circulación e x istentes . En los valles transversales y cordilleranos, las casas se situarán a media falda de cerro, en las escasas terrazas naturales ex istentes, y sin mermar las tierras culti – vables, pero presentes en un largo tramo del cañadón , constituyendo en algunos casos un escalonamiento de e xplotaciones que van desde el pon iente al oriente, como en el valle del Ligua , con las Haciendas de Pulla l li, El Ingenio, San Loren zo y Alicahue . En el llano central , incluyendo la zona de transici ó n que marca el río Aconcagua , las casas se establecen en los terrenos planos , ligadas a alguna carac ter ística pa r– ticular del. paisaje, como ser un estero , una hondona– da , un recodo del río, o un pequeño monte . En camb io entre la cordillera de la costa y el océa no , en lugares como Valle Alegre , San Jerónimo o San Enr ique, el fal – deo que domina los potreros aprisionados entre los cerros será el lugar preferido . Si bien es posible anotar por tanto ciertos aspectos co– munes en la relació n casas -sitios, lo anterior no implica establecer fámulas válidas para todas las ocasiones. In– teresa destacar ciertas condicionantes generales que se resuelven en este acto primario de escoger una ubica– ción , de fundar y de echar raíces. Estas resultaron tan firmes que paulatinamente a través de más de d os siglos de act ividad , se estructuró una complej a trama de edificaciones que permitieron y radicaron la vida rural y campesina , con especial intensidad e n los cam– pos que se ex tienden desde el Aconcagua hasta e l Maule , sector en el que hemos enmarcado de pr efe– rencia este traba jo , por enco ntrarse e n el los sus ejemplos más pe rmanent es y reconocibl es . (2) Subercoseoux, Ben¡omin - " Chile o uno loco geografía " - Edit. Ercillo, Santiago, 1949, pág. 166. (3) Téllez , Germán. " Critico e Imagen " . Ed. Escalo. Bogotá. Pág. 19.

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