Libro pedagógico cancioneros populares

- 7 - Investigación y Patrimonio del Archivo al Aula PRESENTACIÓN A menudo puede suceder, para quienes nos dedicamos a la investigación histórica, que resulte complicado explicar en nuestro propio entorno social en qué consiste nuestro trabajo. No tanto sobre qué temas o problemas estudiamos, o qué período del pasado cubre nuestro actual proyecto (cuestiones que eventualmente podemos sintetizar y creemos expresar en términos comprensibles), sino respecto a qué hacemos en definitiva, cuáles son nuestras labores cotidianas y en qué se concretan –de hacerlo-. Si tuviéramos que resumirlo en dos palabras, estas podrían ser: leer y escribir. Si fueran tres: buscar, leer y escribir. Leer en un sentido genérico, que quiere decir interpretar vestigios de la actividad humana del pasado conservados de distintas maneras en imágenes, objetos materiales y otros modos de registro, no siempre textuales. Los leemos, intentamos comprenderlos y situarlos en una trama de sentidos en el contexto social donde fueron producidos y cobraban significado para quienes los crearon y les dieron algún uso. Y en esa lectura, en esa interpretación, ya estamos implícitamente escribiendo. No se trata de pasos secuenciales, son operaciones cognitivas concatenadas, inseparables una de la otra. Hay un paso previo, en teoría, y es la búsqueda. Se denomina a veces “establecer un corpus documental”, definir qué tipo de vestigios son más apropiados para cierto problema de investigación, dónde se localizan, qué requerimientos técnicos o metodológicos son necesarios para acceder a ellos y leerlos. Aquí es donde nos sumergimos en archivos y bibliotecas, consultando índices y catálogos muchas veces polvorientos (cada vez menos, gracias a la computación), y entramos a grandes depósitos de documentos oscuros y fríos (cada vez menos, debido a la digitalización). Nuestra búsqueda no siempre es feliz, no siempre arroja resultados positivos. Las huellas del pasado son elusivas, sobre todo si intentamos acercarnos a hombres y mujeres anónimos, desprovistos de poder y prestigio. Por tal motivo el acto de buscar demanda paciencia y trabajo hasta dar con un rastro, y cuando éste es contundente nos sentimos recompensados. ¡Un hallazgo!, el cual celebramos como si se tratara de un verdadero descubrimiento, de algo inaudito que todo el mundo ignora y nadie más ha visto –o ha sabido verlo- por décadas, tal vez por siglos. Quienes nos dedicamos a la investigación, quienes podemos hurgar en el pasado, nos sentimos por lo tanto privilegiados. Es, de verdad, una situación privilegiada cuando logramos que uno de esos hallazgos cobre sentido en una explicación histórica y nos permite reconstruir prácticas o revivir voces de otro modo olvidadas. El libro cuya primera página ahora das vuelta es una forma de compartir un hallazgo maravilloso, tanto por sus características materiales como por lo que cuenta de nuestra cultura popular.

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