Libro pedagógico cancioneros populares

- 25 - Investigación y Patrimonio del Archivo al Aula Cancioneros Populares Impresos Contexto de Producción Es probable que todos y todas hayamos visto alguna vez un cancionero, que hayamos recorrido sus páginas para memorizar alguna letra o aprender qué posturas de guitarra se deben hacer para tocar nuestra canción preferida. En las ciudades de nuestro continente se siguen imprimiendo en grandes tirajes y vendiéndose en las librerías de calles céntricas, ferias de artesanías, estaciones de trenes, terminales de autobuses y en el propio transporte público urbano. Puede que en la actualidad no sean tan visibles, pero quienes hayan crecido en las décadas de 1970, 1980 -e incluso después-, recordarán haber visto las portadas de grupos de pop, bandas rockeras, solistas anglo y cantantes románticos en español, así como antologías del cantar político y social. Ese objeto tan cotidiano, que mediaba entre las grandes estrellas y sus fans, que acercaba los mensajes y el disfrute de la música, tiene una historia centenaria. Los cancioneros han contribuido a dar forma a los gustos musicales de los sectores populares de prácticamente toda América Latina. A contar de mediados del siglo XIX, y con una cronología cambiante según las condiciones de la industria editorial, las artes gráficas y los mercados impresos de cada país, se elaboraron folletos o librillos con letras de canciones, rimas y poesías factibles de musicalizarse en Argentina, Uruguay, Perú, Brasil, Cuba, México y Chile, cuando menos. En algunos casos atraían a públicos muy amplios que no sabían leer, gracias a portadas ilustradas como las que realizó el grabador mexicano José Guadalupe Posada (López, 2003). Notemos que se trata de un fenómeno histórico que supera las fronteras nacionales, en un proceso de circulación y apropiación cultural muy intenso que comunica a los países latinoamericanos. Se afirma que fue en torno a la década de 1920 cuando se formó un espacio musical transnacional en América Latina, propiciado por el desarrollo de sellos discográficos que masificaron y comercializaron una tecnología disponible desde unas cuantas décadas atrás, la cual permitía registrar y reproducir las ondas sonoras, transformando en consecuencia la experiencia de producción y recepción de la música. Los cuadernillos impresos que aquí estudiamos fueron una modalidad previa y persistente que se diseminó por las ciudades en millares de ejemplares, creando y audiencias y preferencias musicales no a partir de la innovación tecnológica, sino desde el papel (Cornejo y Ledezma, 2019). Esto explica una característica de los cancioneros, la gran diversidad de ritmos que incluye cada ejemplar, cuyos orígenes nacionales tienden a ser muy distintos. En las compilaciones musicales impresas hasta alrededor de 1910 es posible encontrar habaneras, vals, polkas, mazurcas, tangos (españoles), schotish, yaravíes, vidalitas, peteneras y zarzuelas, entre otros, así como himnos nacionales de distintos países. Más o menos a partir de esa fecha y en las décadas siguientes comienzan a abundar también ritmos novedosos, “a la moda”, como one-step y shimmys , que anuncian un relevo en referentes e influencias culturales, en lo sucesivo originados cada vez más de Estados Unidos, si bien siguieron abundando cantos en castellano creados en países como Argentina, Colombia, Perú y México y la propia España. Entre otros, los tangos rioplatenses -que se multiplicaron por doquier muy pronto-, formaron parte de las modas y los gustos modernos. Aparte de

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